Frente a los discursos que anuncian el final de la lectura y la muerte del lector, hay razones para pensar que la lectura va a ser también en la sociedad de la información uno de los instrumentos fundamentales para comunicarnos, pensar, aprender y atribuir sentido a las experiencias propias y ajenas. Sin embargo, hay también pocas dudas de que en este nuevo escenario, y de la mano sobre todo de las tecnologías digitales de la información y la comunicación y los textos electrónicos, se están produciendo cambios importantes en la definición del texto, del autor, del lector, de los modos de leer y de las prácticas de lectura. El concepto mismo de alfabetismo, de lo que significa estar alfabetizado en la cultura escrita, está en proceso de cambio y transformación. Por una parte, el concepto de alfabetismo se expande y, al lado de la alfabetización relativa a la cultura letrada, empiezan a tomar cuerpo otros alfabetismos relacionados con la cultura tecnológica y demás elementos característicos de la sociedad de la información. Por otra parte, junto con esta expansión o ensanchamiento del concepto, se produce una transformación de lo que significa y exige el hecho de estar alfabetizado en la cultura letrada. Internet y los textos electrónicos modifican los elementos básicos que intervienen en los procesos de lectura comprensiva. Ahora bien, la emergencia de nuevos alfabetismos, así como los conocimientos y habilidades que plantea la exigencia del alfabetismo en los textos electrónicos, comporta inexorablemente el riesgo de sus correspondientes analfabetismos. Este riesgo es tanto mayor cuanto que la realidad sobre la que se proyectan estas necesidades de alfabetización sigue estando marcada por graves carencias en el dominio y las prácticas de la lectura entre amplios sectores de la población.
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martes, 3 de febrero de 2009
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