PRESENTADA EN EL SEMINARIO DE HISTORIA, CULTURA Y POLÍTICA DEL SIGLO XX DE LA CARRERA DE BIBLIOTECOLOGIA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA
FACULTAD DE HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DOCUMENTACIÓN
CÁTEDRA: SEMINARIO DE HISTORIA, CULTURA Y POLÍTICA DEL SIGLO XX
ALUMNA: MARÍA MARTA SARRO BARBARINO
TRABAJO FINAL
TEMA
LA JUVENTUD EN LA FAMILIA EN ELSIGLO XX A PARTIR DE LA DÉCADA DE LOS AÑOS ‘50
DICIEMBRE 2009
PRESENTACIÓN DEL TEMA: LA JUVENTUD EN LA FAMILIA EN ELSIGLO XX A PARTIR DE LA DÉCADA DE LOS AÑOS ‘50
El fenómeno de la evolución de la juventud en el siglo XX está marcado en la década del ’50 como un comienzo que determina y rubrica un comportamiento especial en los jóvenes a lo largo del siglo, como bien lo desarrolla esta presentación.
INTRODUCCIÓN
Esta temática, especialmente tomada a partir de la década propuesta, se introduce en una gama interesante de evoluciones que involucra a la juventud dentro de la familia y en relación con la sociedad. Esta juventud, a partir de los años ’50, entra definitivamente en la escena del siglo XX; ya se verá por qué en el desarrollo de esta ponencia. De allí hasta el final del siglo su evolución y cambios constantes los lleva a las puertas del XXI totalmente transformados en jóvenes cambiantes y transgresores.
PERFIL DE USUARIO
El usuario que demanda esta necesidad de información es un sociólogo que desea estudiar en profundidad el comportamiento de los jóvenes durante el siglo XX a partir de la década de los años ’50 y su evolución en la familia con constantes cambios estructurales. El bibliotecario documentalista se posiciona en la Biblioteca Central de la Universidad Nacional de Mar del Plata y en el Servicio de Información Documental de dicha Universidad : Biblioteca de Humanidades “Liliana Befumo de Boschi”, dentro del Complejo Universitario de la ciudad mencionada sito en Funes 3350, TEL./FAX.: (023) 4752333 – sidhuma@mdp.edu.ar bibhumanidades@yahoo.com.ar
DESARROLLO DEL TEMA
LOS JÓVENES ENTRAN DEFINITIVAMENTE EN ESCENA
Los jóvenes de familias de clase trabajadora se convirtieron en el foco del análisis sociológico, con una cultura pop cada vez más expansiva. Había nacido la sociedad de los adolescentes, un concepto que no existía hasta ese momento. Para 1959, había más de cuatro millones de jóvenes solteros entre las edades de 13 y 25 años debido a la eclosión de bebés (baby boom) de la posguerra inmediata. Gradualmente, estos jóvenes comenzaron a gozar de un estatus especial debido a la recuperación económica de posguerra, la cual significaba que tenían más trabajos disponibles y, por lo tanto, más dinero para gastar, especialmente en sus actividades de tiempo libre.
En la década del cincuenta, los jóvenes británicos, por ejemplo, tenían como referente a los estadounidenses en cuanto a la moda, los estilos de peinado y la música. Se sentían atraídos por las imágenes glamorosas de las estrellas de Hollywood y los nuevos sonidos rebeldes del rock’n’roll. Pulularon los negocios de ventas de discos, los bares y los cafés musicales así como las discotecas donde se bailaba la música americana vestidos a la moda de ese país. Los adolescentes comenzaron a usar ropas diferentes de las de sus padres y hasta comenzaron a hablar de manera distinta, inventando sus propias expresiones. En la mayoría de los casos, los adultos en las familias reaccionaban con horror, ya que consideraban inmorales estas nuevas formas de vestirse, hablar y comportarse.
Hacia fines de los cincuenta, la industria de la moda y la música respondían plenamente a la nueva demanda adolescente, produciendo radios a transistor, discos, prendaas de vestir a la moda, pósters de los ídolos del rock y revistas para los jóvenes. Los adolescentes, debido a su gran número y poder adquisitivo, eran consumidores importantes.
A comienzos de la década del sesenta, Londres se transformó en un centro internacional de la moda. Su diseñadora más famosa era Mary Quant, creadora de la escandalosa minifalda. Los nuevos creadores habían reconocido que los adolescentes deseaban usar ropas atrevidas y coloridas y respondieron produciendo el estilo que demandaban a un precio accesible. Este nuevo look significaba que los jóvenes se sentían más seguros de sí mismos, afirmando su derecho de elegir no sólo sus ropas, sino también su estilo de vida en lo que concernía hacia las actitudes respecto de la política, la religión y el sexo.
Los nuevos héroes de los adolescentes eran jóvenes de clase trabajadora que habían logrado acceder a la fama como estrellas pop, diseñadores, fotógrafos o modelos.
UNA REVOLUCIÓN MUSICAL
El impacto musical de los Beatles, cuatro jóvenes de la clase trabajadora de Liverpool, al comienzo de la década del 60, transformó al Reino Unido en el heraldo de la “sociedad permisiva”, donde la bebida y las drogas estaban disponibles para todos, las faldas eran espectacularmente más cortas y las restricciones sexuales inexistentes.
Con la aparición de los Beatles, Liverpool y Londres emergieron en la década del 60 como centros mundiales de la cultura popular. Este grupo fue sólo el primero y el más conocido de los grupos de rock que alcanzaron un seguimiento universal. Fueron acompañados por los diseñadores de modas masculinas y femeninas que también lideraron las tendencias del planeta con sus prendas vendidas en Carnaby Street y King’s Road.
En 1962, Los Beatles hicieron su primer disco y al escribir sus propias canciones innovaron el rol tradicional de los cantantes pop. Inicialmente las canciones de Lennon y McCartney y Harrison eran canciones de amor directas, pero, en canciones Folk más “serias”, el grupo introdujo nuevas posibilidades para los temas, lenguaje y metáforas de las canciones pop. Este tipo de música había sido creada con el propósito original de entretener al público. Con el correr del tiempo, comenzó a ocuparse directamente de los temas políticos y sociales más controvertidos de su época. Pronto se convirtieron en el grupo más popular del país, dando lugar a un fenómeno denominado beatlemanía, el cual alcanzó su punto culminante con la visita de los Beatles a los Estados Unidos, en 1964. Setenta y tres millones de americanos vieron la actuación de los Beatles a los Estados Unidos, en el Show de Ed Sullivan, dando lugar a una explosión de cultura popular cuya onda llega hasta fines de siglo.
Estos cuatro jóvenes de pelo largo se convirtieron en los portadores de una revolución cultural en la cual la juventud era el denominador común. Desde 1964, pasando por su última aparición pública en 1966 y su separación definitiva en 1971, parecían estar ala vanguardia no sólo de la música pop, la moda y el cine sino también del pensamiento y las ideas políticas de los jóvenes. Sus álbumes parecían mensajes enviados desde el frente de combate, capturando perfectamente el espíritu de su tiempo, los gustos y opiniones de su generación. Introdujeron la novedad de la música electrónica grabada en un estudio e imposible de reproducir en vivo.
Los Beatles de alguna manera lideraron el camino hacia nuevas formas de concientización, experimentando con alucinógenos, el misticismo oriental y la política pacifista. Sus largos cabellos y vestimentas fueron copiados en todo el mundo, así como su experiencia con las drogas y su misticismo hindú. Los sociólogos aún debaten si los Beatles eran líderes de estas formas de expresión o simplemente sus seguidores más famosos, pero destacan de todas maneras su supremacía innegable como símbolos de una generación.
OTROS CONFLICTOS
Durante este período, se evidenciaron otros cambios sociales como la despenalización de la homosexualidad, la legalización del aborto (en muchos casos se practicaba gratuitamente a través del Sistema Social de Salud), mientras que, por otra parte, se incrementaron las familias mono parentales y el número de divorcios.
El culto a la juventud se adueñó de Gran Bretaña; en las universidades, un número creciente de alumnos de la clase trabajadora se unió a los más agresivos de la clase media y se fortificó la convocatoria al poder de la juventud. Esto se debió a que entre 1963-1973 se crearon muchas universidades nuevas y las viejas expandieron su matrícula. La rebelión estudiantil de 1968 tuvo su eco, aunque breve, en las universidades británicas y luego se extinguió. Estos movimientos tuvieron implicancias mas profundas dentro del Reino Unido. Por debajo del barniz superficial de satisfacción, existía un número de fuerzas divisorias profundamente arraigadas que explotaron en revueltas. Por una parte, los jóvenes no se sentían atraídos por los valores del consumismo en un mundo cuyo medio ambiente estaba siendo destruido y su existencia amenazada por las armas nucleares. Al mismo tiempo, se intensificaban oleadas de protestas nacionalistas, discriminaciones raciales como intolerancia urbana. A esta situación de discriminación que vivían los jóvenes de la época, deben agregarse los niveles de pobreza y desempleo de los inmigrantes, fruto del mismo racismo encubierto.
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LA PROBLEMÁTICA DE LAS RELACIONES ENTRE PADRES E HIJOS
A medida que van transcurriendo las décadas, en la sociedad compleja que va evolucionando, no es sencillo ser padre de púberes y mucho menos de adolescentes.
Precisamente la prevención inespecífica de estos desafíos, pasa sustantivamente por un positivo diálogo entre padres e hijos, que permita mantener permanentemente encendidas las “antenas” del grupo familiar en cuanto a lo que puede estar ocurriendo como conflicto o dificultad emergente en alguno de sus miembros adolescentes.
Así en materia de prevención, por ejemplo, de adicciones u otros problemas de desorden interior o conflicto, capaz de generar situaciones de violencia, una familia atenta estará en mejores condiciones de paliar situaciones sobrevivientes, antes de que la vulneración se haya producido o, en el caso extremo, encarar con mejores posibilidades un tratamiento de rehabilitación.
[1 ]GARMENDIA, Aida Emilia […y otros] . Historia cultural del siglo XX . p88 - 91 . Argentina : Universidad Nacional de Mar del Plata, 2002
SIGNIFICADO DEL PENSAR LÓGICO ABSTRACTO EN LOS JÓVENES CON EL FIN DE COMPRENDER SU PROBLEMÁTICA
“En la adolescencia nos encontramos con (…) esa capacidad psíquica que posibilita todo tipo de elaboración formal, porque se puede pensar independientemente de la situación concreta y de los objetos particulares. Esta capacidad es la que posibilita la teorización del adolescente, el surgimiento de sus opiniones, de sus ideas, el despliegue de su visión cósmica y religiosa de la vida.
Esta capacidad intelectual no quiere decir independencia y autonomía. A nivel emocional y afectivo, a nivel de estructuras psíquicas, el joven adolescente es una personalidad en búsqueda, en tránsito, implica gran posibilidad, pero profunda inseguridad e inestabilidad. Es un momento psicológico muy intenso, con muchas separaciones (del mundo y de su historia infantil, que no desea tener más) con muchos miedos e inseguridades porque todavía no sabe adónde va de un modo seguro. Esto nos explica las conductas ambivalentes del joven adolescente: rechaza y deja padres, familia, etc., y sin embargo, necesita imperiosamente apoyarse en otros, admirar, sostenerse.
Por eso, ese pensar, esas teorías del adolescente, tan bien elucubradas racionalmente, suelen ser una copia fiel y fidedigna de su admirado, de su modelo o de su grupo.
A nivel afectivo y emocional, el adolescente es una personalidad que busca dar y recibir, necesita calor humano.
Esto explica la gran repercusión de los modelos de los adolescentes, de las teorías sobre la juventud, de los movimientos e influencias de grupos políticos, “consumistas”…y de las perturbaciones de esta edad (pensemos en la drogadicción, en los “modelos importados”, etc.). Sin embargo, el pensar lógico, la reestructuración psíquica es una posibilidad y una realidad que debemos contribuir a que se desarrolle y que se despliegue.
Aquí surgirá el pensar lógico crítico, el juicio crítico (sobre ellos mismos en primer lugar. Este pensar, este reflexionar y este participar llevarán a un pensar mas independiente, a un sentir más personal, a un actuar más responsable. Si esto ocurre, se está desarrollando la conciencia moral autónoma y responsable, una personalidad más segura y más definida”. En eso estará su debilidad: “irse” idealizar, fantasear… pero aquí está la fuerza: pensar, razonar, discernir y todo lo que ello implica de selección, elección, toma de decisión.
En definitiva, es a la familia a quien compete facilitar al hijo/a joven adolescente que realice su propio camino, que aprenda a amar y vivir con los demás aunque no concuerde con sus propios valores de los padres. Es decir, la familia aprendió lo que kalhil Gibran tan poéticamente dijera:
“Tus hijos no son tus hijos,
sino hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, si no a través de ti,
Y, aunque estén contigo,
No te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
Pero no tus pensamientos, pues
Ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
Pero no sus almas, porque ellas,
Viven en la casa del mañana.
Que no puedes visitar,
Ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
Pero no procures hacerlos
Semejantes a tí.
Porque la vida no retrocede,
Ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos,
Como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación,
En tu mano de arquero,
Sea para la ALEGRIA.”
En síntesis, esta familia, con sus limitaciones pero con un profundo amor, habrá realizado la tarea de gestación de personas maduras y habrá orientado a vivir plenamente. 2
[2] ARTOLA, Amanda . La familia en la sociedad pluralista . p56, 159, 160, 161, 167, 168 . 1ª. Ed. Buenos Aires : Espacio editorial, 2000.
LOS JÓVENES EN FAMILIAS EMPOBRECIDAS EN NUESTRO SIGLO XX
La Desorientación, confusión e incertidumbre golpea la vida cotidiana de las familias empobrecidas. Reestructura organizaciones sociales y pauta nuevos modos de ser y estar en la sociedad, ante necesidades y urgencias que nunca antes las familias habían experimentado.
En cuanto a la extensión y profundidad de los cambios ocurridos en las familias y sus jóvenes adolescentes, no estamos en presencia de un cambio estructural consolidado por lo que a la institución familiar se refiere, aunque hay un proceso evidente de erosión de sus bases patriarcales, especialmente con respecto a la educación de sus hijos. Ello se liga con la autopercepción a partir de la cual los actores se posicionan frente a la actual clase media, frente al Estado y los derechos ciudadanos y frente a su futuro. Puede adelantarse al respecto que por todas estas imágenes entrelazadas, los nuevos pobres actúan como colchón, como sostén de las modificaciones sociales que la distorsión en la estructura ocupacional y en el esquema de distribución de ingresos produjo y sigue produciendo, junto a reestructuraciones operadas en el rol del Estado. En definitiva, esto se sostiene en virtud de que aún se sigue “pensando y esperando” lo que las generaciones anteriores enseñaron a mirar. No obstante, junto a esta imagen emerge, casi simultáneamente, otra: la de las modificaciones estructurales de la familia, de las necesidades familiares, de género y de los jóvenes que integran la familia y de las representaciones sociales que indicarían un momento de transición hacia cambios de paradigma respecto de la convivencia social.
El impacto es estructural, es emocional, y es en consecuencia relacional. Se podría suponer que se está estructurando un circuito dialéctico entre las necesidades-ingresos, soledad, frustración, incertidumbre; y tensiones, conflictos, producción de desestructuraciones y reestructuraciones de las formas de organización social existente que afecta tanto a los jóvenes y a sus familias.
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[3] GATINO, Nora ; AQUÍN, Nora , Las familias de la nueva pobreza . 1ª. Ed. . p146, 147 . Buenos Aires : Espacio editorial, 1999.
ACERCA DE TRABAJO, DELITO Y SOCIABILIDAD EN JÓVENES DEL GRAN BUENOS AIRES EN LA ARGENTINA DE LOS ‘90
¿Qué relación se establece entre la lógica de provisión y las formas de sociabilidad de los jóvenes? ¿Qué similitudes y diferencias con los casos estudiados en otros países y períodos? Estas preguntas se insertan en el cruce de dos problemáticas contiguas: las bandas de jóvenes y la subcultura juvenil. En efecto, las conductas delictivas en los jóvenes han sido relacionadas en general con una afiliación por “asociación diferencial”, presuponiendo un medio que permita un aprendizaje de técnicas tanto como un sostén normativo y relacional. Y en realidad, el robo raramente se encara en soledad, esto no debe llevar a pensar inmediatamente en la conformación de bandas profesionalmente organizadas o en pandillas al estilo de las que se ven en Estados Unidos, sino que sus relaciones adquieren rasgos particulares indisociables del contexto general y de los requerimientos de las acciones que realizan.
A lo largo del siglo XX, la forma en que se plantean los interrogantes sobre las formas de sociabilidad de estos grupos de jóvenes son inseparables de ciertos rasgos de la vida económico-social en las familias de cada período. Bien marcados por las preocupaciones de cada época, los estudios pueden dividirse en tres períodos con sus respectivas preocupaciones centrales. En el auge de la primera etapa de la Escuela de Chicago, el crecimiento urbano de las primeras décadas del siglo XX transformó el temor al “desorden” en preocupación sociológica central. Luego, en la posguerra, el capitalismo triunfante se preocupó sobre todo por aquellos que carecían de los medios legítimos para acceder a los logros y valores de las clases medias en ascenso. Los estudios dialogaron –a favor o críticamente- con el desajuste entre medios legítimos y fines deseables, como sucede con la visión mertoniana de la anomia. Finalmente, la descomposición de ese mundo replantea con nuevas coordenadas conceptuales la preocupación por el desorden y la desorganización social de principios de siglo.
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[4] BECARIA, Luis . Sociedad y sociabilidad en la Argentina de los 90 . p148, 149 . 1ª. Ed. Buenos Aires : Biblos, 2002.
GENERACIÓN, JUVENTUD, CULTURA
Los conceptos: “generación” alude a la época en que cada individuo se socializa y, con ello, a los cambios culturales acelerados que caracterizan nuestro tiempo. Cada generación puede ser considerada, hasta cierto punto, como parte de una cultura diferente, en la medida en que los más jóvenes incorporan en su socialización nuevos códigos y destrezas, lenguajes y formas de percibir, de apreciar, de clasificar y distinguir. Cada época tiene su episteme, y las variaciones epistémicas son percibidas y apropiadas, durante su proceso de socialización, por los nuevos miembros que va incorporando la sociedad. Ser integrante de una generación más joven supone diferencias con las generaciones precedentes en el plano de la historia y la memoria; no se comparte la memoria de la generación anterior ni se han vivido sus experiencias. También implica ocupar el papel de “joven” en las instituciones, particularmente en la familia, y ello conduce a participar en un juego de roles y de identidades, vinculadas con el pasado y el futuro, también con la manera de estar en el mundo y con la distancia (psicológicamente incorporada) que separa de la vejez y la muerte. Cada generación se socializa – en cierto sentido – en un mundo diferente. Los jóvenes ponen de manifiesto los cambios culturales con más intensidad y variedad que las generaciones que los preceden, y es el plano de la cultura, antes que el de la economía o el de la política, el que evidencia lo nuevos códigos en marcha y las nuevas modalidades que asume la juventud.
“Juventud”, que parece autoevidente, es una palabra cargada con diferentes evocaciones y significados y puede conducir a laberintos del sentido si no se tienen en cuenta la heterogeneidad social y las diferentes modalidades con que se presenta en la sociedad y en la cultura la condición del joven. “Juventud” nos habla de un presunto colectivo, siempre nuevo, siempre cambiante. El concepto no reposa en un mero enclasamiento de edades, es más que una categoría estadística. Hay muchas maneras de ser joven, diferentes juventudes, atendiendo, sobre todo, a la diferenciación social, a la generación y al género. También a otras variaciones que en cada tiempo y lugar son tributarias de la cultura local: por ejemplo, las tribus juveniles que se manifiestan en la compleja socializad urbana del Buenos Aires de hoy. En esta época, atravesada por intensas y aceleradas transformaciones, los agrupamientos juveniles se caracterizan por los vínculos que los congregan, crecientemente inestables y pasajeros.
La juventud se erige en vanguardia portadora de transformaciones, (notorias e imperceptibles, con los códigos de la “cultura” e incorpora con naturalidad, los cambios en las costumbres y en las significaciones que fueron objeto de pugnas y controversias en la generación anterior.
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LOS NÁUFRAGOS
En Argentina y en Latinoamérica, la juventud ha experimentado cambios y transformaciones muy profundos durante la última mitad del siglo XX definidos por el particular contexto económico, social y político. Este período puede caracterizarse esquemáticamente diferenciando dos etapas: la etapa modernizadora (1950-1980) y la etapa de crisis (1980-1990). La juventud tuvo un rol protagónico en ambos procesos, situación acentuada por su enorme peso en la estructura de edades de la región. Primero fue objeto del proceso de incorporación a las formas modernas de organización social; luego, cuando la recesión frenó o desarticuló la modernización, pasó a ser un grupo de edad particularmente afectado por la exclusión, junto con sus familias.
La crisis acentuó la tendencia a frenar o revertir los procesos de movilidad ascendente y afectó especialmente a los jóvenes de sectores populares en diferentes dimensiones: junto con la incorporación diferida al mercado de trabajo, se difiere también el proceso de incorporación al sistema de educación formal y la constitución de parejas o de familias, lo cual dificulta enormemente el proceso de maduración personal y social.
En este sentido, es posible afirmar que la experiencia de los jóvenes de sectores populares es radicalmente diferente a la vivida por la generación de sus padres, inmersa en el clima optimista del desarrollismo. Por el contrario, actualmente esta juventud estaría imposibilitada de insertarse en la dinámica social de acuerdo a los patrones tradicionales de socialización, lo que se manifiesta a través de ausencia de expectativas favorables, desesperanza y pérdida de la idea de progreso, entendido como proceso acumulativo.
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[5] MARGULIS, Mario . Juventud, cultura, sexualidad : la dimensión cultural en la afectividad y la sexualidad de los jóvenes de buenos aires . p.13 y 14 . 1ª. Ed. Buenos Aires : Biblos, 2003.
[6] MARGULIS, Mario […y otros] . La cultura de la noche : la vida nocturna de los jóvenes en buenos aires . p. 264 .1ª. ed. . Buenos Aires : Biblos, 1997.
LA JUVENTUD COMO INTENTO
La movilización juvenil se caracteriza por su audacia callejera, radicalismo, expresividad y violencia. La movilización social era entendida como la principal forma de actuar en política. La otra era la modalidad del poder: indiferencia y represión alternativamente. Sin embargo, ese tiempo no se agotó en la protesta callejera y en el enfrentamiento directo.
VISIONES DESDE LA ANOMIA
Desde esta perspectiva se tiene en cuenta la dicotomía esencial tradición-modernidad y el curso posterior del proceso de modernización a fin de explicar ciertos comportamientos juveniles.
Las actitudes de rebeldía y conformismo que contienen un componente generacional estaban referidos a la sociedad y familia tradicional. Iniciado el proceso de modernización, tras la Segunda Guerra Mundial, se requería una creciente orientación hacia el desarrollo. Se concluye con un aparente consenso modernizador, basado en que el postulado de simultaneidad de los compromisos parecía cumplirse.
En un segundo momento, ya en los años 60, tanto el “círculo virtuoso” como el consenso se rompían. Entramos a los 70 con dos alternativas entre las cuales las sociedades y familias latinoamericanas debían optar: se trata de los modelos tecnocráticos y los populistas. Los primeros, enfatizan el crecimiento y los segundos, equidad- participación.
Una lectura de la realidad juvenil desde la anomia implica concebir la acción de los jóvenes populares como respuesta a condiciones de nivel macro. Perdemos la posibilidad de ver a ésta como una acción esforzada de los propios jóvenes por convertirse en actores que se plantean frente a la dominación.
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[7] UNDIKS, Andrés […y otros] . Juventud urbana y exclusión social : las organizaciones de la juventud poblacional . p. 49-52 . Buenos Aires : Humanitas, 1990.
LOS JÓVENES Y LA CRISIS
Para comenzar, habría que decir que no es fácil ser joven, en esta particular etapa histórica en la que estamos, en América Latina.
Para las generaciones jóvenes anteriores, la modernización de los años cincuenta y sesenta significó nuevas e importantes oportunidades, y aunque nada fue color de rosa en ese entonces –ni mucho menos- contingentes muy importantes de jóvenes pudieron ascender socialmente respecto a las generaciones de sus padres, accediendo crecientemente a los beneficios de la educación en un continente que se urbanizó y mejoró sus servicios sociales y culturales en una buena medida.
Durante los años setenta aquella modernización perdió sus principales bases de sustentación, y el modelo de desarrollo vigente hizo crisis definitivamente durante la “década perdida” de los ochenta. En un marco de estancamiento productivo generalizado y aplicación también generalizada de programas de ajuste económico necesarios pero absolutamente impopulares, a los jóvenes les tocó una de las peores partes: enfrentar los recortes presupuestarios en el marco de sociedades cristalizadas, manejadas hegemónicamente por adultos que no se mostraron muy dispuestos a distribuir equitativamente los costos de la crisis y el ajuste estructural.
Así, el desempleo y la marginación comenzaron a ser un marco cotidiano de referencia para la mayor parte de los jóvenes, además de para sus familias dentro del continente. Especialmente para aquellas familias que habitaban en la periferia de nuestras ciudades y en las localidades más pequeñas y alejadas de los centros dinámicos de nuestras economías. La situación se tornó particularmente grave para las mujeres jóvenes, afectadas por una doble exclusión (etárea y de género) y mucho más grave aún para aquellas que no habían podido obtener niveles educativos básicos (al menos) viviendo en condiciones de extrema pobreza.
Junto a la incorporación diferida de los jóvenes al mercado de trabajo, se difiere también la constitución de pareja, ante una ausencia generalizada de futuro y unas dificultades enormes para poder acceder al usufructo de bienes y servicios esenciales para una vida digna (salud, vivienda, etc.), como resultado directo de la no disponibilidad de ingresos propios. Con ello, la dependencia familiar se prolongó para casi todos mucho más allá de lo deseable, y por si ello fuera poco, se generalizó en la crisis el deterioro de la calidad de la educación que se venía procesando con anterioridad, en el marco de la masificación y diferenciación interna de nuestros sistemas educativos.
Del mismo modo, hasta la propia participación de los jóvenes fue puesta en “moratoria”, al igual que la de casi todos los sectores poblacionales, dado que los programas de ajuste puestos en práctica se desarrollaron con un alto nivel de centralización y una inusual concentración de decisiones en la cúpula tecnocrática e internacionalizada de los equipos económicos de turno.
Ante este patético cuadro de situación, muchos jóvenes han pasado a refugiarse en diversas formas de escepticismo y conductas anómicas, mientras que otros han caído en agudos cuadros narcisistas o han pasado al plano de la más franca rebeldía.
Hoy los jóvenes se encuentran masivamente en conciertos de rock, participan de movimientos terroristas sin futuro, conviven cotidianamente con toda clase de violencias (como víctimas y como victimarios), se desentienden de las instancias de participación tradicionales, le dan la espalda a regímenes democráticos que han tenido que enfrentar toda clase de desafíos, sin estar debidamente preparados para ello, y no se sienten representados prácticamente por nadie.
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[8] RODRÍGUEZ, Ernesto […y otros] . La juventud latinoamericana en los procesos de globalización : opción por los jóvenes . p20 y 21 . 1ra. ed. Buenos Aires : Eudeba, 1998.
JÓVENES, TECNOLOGÍA, PARTICIPACIÓN Y CONSUMO
Fue, precisamente, en el pasado siglo XX, que un conjunto de cambios de singular importancia, sobre todo a partir de los años cincuenta van a comenzar a modificar sin descanso esta situación. En efecto, Eric Hobsbawn sostiene que “entre los años 1945 y 1990 se produce una de las transformaciones sociales más intensas y rápidas de la historia de la humanidad”. En medio de ella, la familia se verá afectada por “importantes cambios en las actitudes públicas evidenciándose el auge de una cultura juvenil muy fuerte que generará un profundo cambio en la relación existente entre las distintas generaciones”. Como un producto de estos cambios, la juventud se convertirá, en sus términos, en un grupo social independiente.
En el último cuarto del siglo XX, fuertes mutaciones económico-sociales incidieron para modificar la situación de los distintos actores sociales. La juventud, lógicamente, no resultó ajena a la influencia de tales cambios.
Un aspecto central de estas transformaciones es el impulso promovido por la Revolución Científico-Técnica (RCT), con la renovación extensa de los medios de producción, producida a mediados de los años setenta, que conduce a una nueva reorganización productiva y genera las condiciones materiales en las que se asentará su contraparte cultural, que asoma y se asume como el ocaso de la modernidad o deberíamos decir, de la racionalidad moderna, sala de partos de la posmodernidad.
La clave posmoderna, expresa “la caída de los grandes relatos” que organizaban la racionalidad histórica moderna, bajo el imperio de los programas de la racionalidad y el progreso indefinidos, alrededor de proyectos políticos generacionales que resultaron ser, también, marcas de época y aportaban una visión de totalidad dadora de sentido a cada experiencia particular. Este nuevo clima de época, devino en la generación de nuevas prácticas y subjetividades.
De este modo, y como manifestación de la crisis, asistimos a un vertiginoso proceso de cambio de valores, en el que debemos enfrentarnos a la pérdida de ideales constituidos históricamente, ante la emergencia del “pensamiento débil” y del relativismo cultural. Y surge el llamado “nuevo narcisismo”, en el marco de un consumismo exacerbado que se transforma en razón social hegemónica, incentivando a la satisfacción inmediata y a la cultura de vivir el momento. 9
[9] BALARDINI, Sergio Alejandro . Jóvenes, tecnología, participación y consumo . [libro en línea] . [Pag. Web] . http://168.96.200.17/ar/libros/cyg/juventud/balardini.doc
(Consulta del 20 de noviembre de 2009).
LA JUVENTUD COMO CATEGORÍA DE ANÁLISIS SOCIOLÓGICO
Durante el siglo XX el resurgimiento del culto a la juventud encuentra ciertas bases para su explicación en varias experiencias de destrucción de las comunidades políticas y de desintegración social (incluyendo el caso muy peculiar de la extinta Unión Soviética), de transformaciones económicas sin precedentes en la relación entre producción y gasto en la manutención de niños y jóvenes y en la aparición de un desempleo y un subempleo endémico y crónicos en la mayoría de los países del orbe. Si la argumentación anterior pudiera llegar a sugerirlo, no parece que se pudiera adelantar, como por lo demás se ha hecho en los últimos tiempos, paralelismo alguno entre el nacional-socialismo alemán o los totalitarismos y el culto a la juventud que poco a poco se instaló en los Estados Unidos, sobre todo que, por lo menos en el ámbito de las ideas, la influencia de los fascismos (o los comunismos) fue mínima en el espacio social y político estadounidense.
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[10] CUEVA PERUS, Marcos . La juventud como categoría de análisis sociológico . [libro en línea] . En: Búsqueda de libros de Google . [Pag web] http://books.google.com.ar/books?id=1Bwc7cyxXXYC&pg=PA71&dq=juventud+siglo+xx&lr=#v=onepage&q=juventud%20siglo%20xx&f=false
(Consulta del 20 de noviembre de 2009).
CONCLUSIONES: LAS TEORÍAS SOBRE LA JUVENTUD EN EL SIGLO XX DESDE
AMÉRICA LATINA
“Yo os digo con Renan: «La juventud es el descubrimiento de un horizonte inmenso, que es la Vida” (Rodó, 1900).
Un evaluador anónimo del presente manuscrito me hizo ver, con toda la razón, que la historia de las teorías sobre la juventud del siglo XX esbozada tenía un sesgo occidental (europeo y norteamericano para ser más precisos). Por ello me ha parecido oportuno retomar en estas conclusiones una perspectiva latinoamericana, a manera de sucinto resumen del impacto de las teorías señaladas en los países del subcontinente, así como de algunas aportaciones originales al debate teórico sobre la juventud surgidas desde América Latina durante el siglo XX.
En América Latina, el comienzo de la atención teórica hacia los jóvenes se remonta a las primeras décadas del siglo XX. Una fase que puede rotularse como de “ensayística”, “especulativa” o “creativa”, debido a la naturaleza de las obras y de los autores que las produjeron. Allí se encuentra gran parte de los intelectuales llamados “nacionalistas latinoamericanos” y sus ensayos emancipadores, prescriptivos o edificantes sobre estos actores. Capitales resultan J. E. Rodó, con Ariel (1900), dedicado a "Los jóvenes de América"; J. Ingenieros con El hombre mediocre (1913), J. Vasconcelos con La raza cósmica (1924); J. C. Mariátegui con "La reforma Universitaria" (1928). La “juventud”, para el grueso de estos autores, es entendida como un reservorio moral tanto para la construcción de un “nuevo” y “joven” proyecto civilizatorio en la refundación de la nación y la identidad latinoamericana, como para la encarnación de la modernidad “civil” — Reforma Universitaria de Córdoba, Argentina, en 1918— y estética (vanguardias).
Preocupan sólo “los” jóvenes (masculinos, de las elites y mesocracias ilustradas) como discípulos, con una misión iluminista. Este proceso se verá interrumpido por el arribo y legitimidad del positivismo en las ciencias sociales, particularmente en la psicología. Así, ya desde la década de los años treinta, aparece la figura de Aníbal Ponce como “cientista
social” emblemático, con las obras Sicología de la adolescencia (1938) y Ambición y angustia de los adolescentes (1939). Sus planteamientos convergen con la mayoría de las
investigaciones que se estaban desarrollando en Estados Unidos y Europa desde principios de siglo en ese campo disciplinario (la influencia más notable es la obra de S. G. Hall).
A partir de los años cincuenta y sesenta, con la profundización modernizante y desarrollista, unas ciencias sociales precariamente institucionalizadas —como la psicología y la sociología— tuvieron para hacer de la realidad juvenil un fenómeno estudiable. Las miradas y enfoques se prenden de un estructural-funcionalismo norteamericano estigmatizador o de un marxismo europeo instrumental. El primero preocupado por normalizar a los "jóvenes disfuncionales o desviados" derivados de los procesos de industrialización y migración rural-urbana; y el segundo, más interesado por la concientización de clase y la irrupción de los movimientos juveniles, básicamente estudiantiles. Los acentos agotan un arco de énfasis disciplinarios que van desde las perspectivas psicologistas que, en un doble aspecto, intentan comprender los fenómenos producidos a nivel individual en los procesos de conformación y búsqueda de la propia identidad y el tránsito fisiológico (estudios herederos de la obra de E. Erikson); hasta los enfoques sociológicos influidos por la tradición estructural-funcionalista, herederos de las obras de T. Parsons y R. Merton, que tuvieron una gran presencia desde la década de los años cincuenta en América Latina y que tradujeron a la juventud como "problema". En ellos fue relativamente mecánica la aplicación del constructo “desviado”, “disfuncional” o “anómico”, a un segmento de los jóvenes que en ese momento a la sociedad adulta le preocupaba: migrantes, delincuentes, alcohólicos, revolucionarios, "hippies" o "rebeldes".
Pese a ello, estos aportes extendieron los elementos conceptuales suficientes para entender el "período juvenil" como una forma de socialización y moratoria.
Con el advenimiento de los movimientos sociales y "emancipadores" en las décadas delos años sesenta y setenta, los estudios sobre juventud comenzaron a ampliarse einstitucionalizarse. Fue esencialmente la sociología la que, la mayoría de las veces bajo el paraguas del Instituto Latinoamericano de Planificación Económico y Social, ILPES
(dependiente de la CEPAL), se ocupó "oficialmente" de la temática. La mayor parte de estos estudios estaban focalizados en los procesos de integración y desarrollo social de los jóvenes, intentando sumar dichas situaciones a proyectos modernizadores; como también se detecta un énfasis acusado en indagaciones de carácter político e ideológico en la juventud, básicamente estudiantil. Así, se puede constatar que los estudios sobre procesos políticos desde la perspectiva de la juventud universitaria, monopolizaron la mayor parte de la investigación social sobre estos actores. No obstante, tendríamos que convenir que estas obras son marginales en su conjunto con respecto al grueso de las investigaciones hechas en la región, al menos hasta el año Internacional de la Juventud proclamado por la ONU en 1985. Los estudios socioculturales habían tendido a ignorar la dimensión generacional: tanto los estudios sobre las comunidades indígenas, como los centrados en sociedades rurales y urbanas, tendieron a ver a sus sujetos de estudio como indios, campesinos, colonos, hombres, mujeres, burgueses, obreros, pero no como niños y niñas, y todavía menos como adolescentes o jóvenes. La explicación tradicional a estas omisiones pone énfasis en la inexistencia de las categorías de infancia y juventud en las sociedades latinoamericanas más allá de algunas minorías sociales (clases medias) y territoriales (zonas urbanizadas). Este supuesto se basa en la concepción de que la gran mayoría de latinoamericanos y latinoamericanas pertenecientes a los sectores subalternos tienen una temprana incorporación a la vida adulta (lo que quizá explica por qué “infantólogos” y “juvenólogos” no son comunidades académicas separadas en América Latina).
En la segunda mitad de la década de los años ochenta, con la emergencia de las juventudes urbano-populares y el auge de estudios provocados por el Año Internacional de la Juventud, estas omisiones sociohistóricas y precariedades teóricas comenzaron progresivamente a resolverse. De manera simultánea en varios países latinoamericanos, la reflexión sobre los jóvenes se trasladó al terreno de las bandas y las culturas juveniles, de los territorios nómadas desde los que los jóvenes de la periferia social y territorial accedían al centro del escenario. Al mismo tiempo, algunos referentes de la escuela latinoamericana de estudios culturales (como N. García Canclini, J. Martín-Barbero, C. Monsiváis y B. Sarlo) plantearon reflexiones teóricas e históricas sobre la juventud de amplio alcance, basándose en estudios de campo sobre las culturas juveniles llevados a cabo por nuevas generaciones de investigadores. De este modo, los estudios sobre la juventud pasaron de ocupar un lugar marginal a un lugar central en los debates de las ciencias sociales, convergiendo (a veces de manera espontánea) con las teorías europeas en boga durante la misma época, analizadas con anterioridad, como los estudios subculturales de la escuela de Birmingham, la teoría de la distinción de Bourdieu y el tribalismo de Maffesoli.
En los albores del siglo XXI, la agenda latinoamericana de los estudios sobre la juventud está por construir. Tras una fase ensayística-especulativa en el primer tercio del siglo XX, una fase empírico-modernizadora en los años sesenta y setenta, y una fase etnográficoexperimental después de 1985, es necesario un esfuerzo de reformulación teórica y conceptual que contribuya a resituar la investigación de campo sobre bases más sólidas.
Tres son los temas axiales a dilucidar: en primer lugar, la construcción histórica y cultural de la juventud a partir de la diversidad; en segundo lugar, la relectura de las teorías sobre las generaciones en una óptica latinoamericana; y en tercer lugar, la metamorfosis de la juventud en la era de la globalización. Esos pueden ser, precisamente, los retos de las nuevas generaciones de investigadores e investigadoras que pueden viajar al siglo XXI con las lecciones del siglo XX aprendidas.
11
CONCLUSIÓN
Teniendo en cuenta las conclusiones antes citadas con respecto a la evolución de la juventud durante el siglo XX, no se puede dejar pasar por alto algunos años anteriores de los años ’50 para analizar la perspectiva sociológica de los jóvenes y las familias y su desarrollo a lo largo de todo el siglo, llegando a las puertas del siglo XXI con características particulares de los jóvenes que determinan un comportamiento basado en la violencia y la transgresión.
De cualquier manera, esta evolución desde el punto de vista del sociólogo puede tener una connotación particular en su disciplina. La función de esta recopilación será, por lo tanto, la de aportar los elementos necesarios en sus estudios e investigaciones, donde también se pueden aplicar aspectos psicológicos e históricos.
[11] FEIXA, Carles. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud. Vol. 4, Nº. 2:..., 2006 . generación xx. teorías sobre la juventud en la era contemporánea revistacinde@umanizales.edu.co . [en línea] . [Pag web] . http://www.umanizales.edu.co/revistacinde/Vol4/Carles%20Feixa.pdf
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martes, 23 de febrero de 2010
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